El Cava en un mundo de contradicciones

El Cava en un mundo de contradicciones

Mucho que nos cueste reconocerlo, quizás a mí a quien más, las personas somos seres en ocasiones contradictorios. Las circunstancias en cada momento nos pueden llevar a pensamientos y actos que pudieran parecer impensables en otras situaciones. Desde luego, la Navidad no está ajena a las contradicciones, con sus sentimientos caritativos acompañados de excesos evidentes. Y el vino, el cava… todas las bebidas cuyo alcohol nos transporta a un mundo de placer es quizá el ejemplo más palpable de dualidad, llevándonos desde la comunión de un fraternal encuentro hasta las reacciones más reptilianas; todas estas conductas están arraigados en lo más profundo de nuestro ser. Los griegos, que fundaron todo nuestro pensamiento y nos regalaron una maravillosa mitología, eran conocedores de ello, y es por este motivo que vamos a empezar a analizar esta contraposición desde la Antigüedad.

Dionisos: la esencia de nuestra cultura enológica

El mito de Dionysos, también conocido como Baco en la mitología romana, representa, a pesar de su aparente ingenuidad, una de las figuras más complejas de la mitología griega. Hijo de Zeus y Sémele, Dionysos es el dios del vino, la fertilidad, el teatro y el éxtasis. Su mito está marcado por una contradicción que refleja tanto los placeres y alegrías de la vida como sus peligros y desbordes. Por un lado, Dionysos es celebrado como el dios de la abundancia, la liberación y el goce. Su presencia en festivales y ceremonias está ligada a la expansión de los sentidos, el disfrute colectivo y la renovación de la vida. El vino, su principal símbolo, representa el placer controlado y la comunión entre los humanos. Sin embargo, Dionysos también encarna el caos y la pérdida de control. Aquellos que no respetan el equilibrio que él simboliza son llevados al frenesí, la locura y la destrucción. Este aspecto sombrío se manifiesta en sus seguidoras, las ménades, quienes en éxtasis desenfrenado pueden cometer actos de violencia. La dualidad de Dionysos reside en esta frontera entre el éxtasis liberador y el peligro del descontrol. Así, el dios del vino- que sepamos no había espumosos por aquel entonces- nos enseña que el disfrute y la celebración requieren equilibrio, pues cruzar la línea puede sumergirnos en la locura y la autodestrucción.

La Navidad y Cava: la sinfonía perfecta

En los ágapes navideños, una festividad marcada por la unión familiar, la celebración y la generosidad, no suelen faltar el vino y el cava. Estas bebidas se han consolidado como un símbolo de las festividades, añadiendo un toque de calidez y alegría a estas reuniones. Compartir una copa de cava en Navidad evoca una atmósfera de celebración, permitiendo que las personas brinden por la esperanza, la alegría y la unidad. Sin embargo, el consumo de vino durante las celebraciones navideñas también revela una dualidad inherente: mientras que por un lado representa el gozo y el placer, por otro puede conllevar el riesgo del exceso. La naturaleza festiva de la Navidad, combinada con la abundancia de alimentos y bebidas, puede llevar al descontrol. En el extremo, esto puede generar incluso situaciones que comprometen nuestra seguridad, tal como la conducción en condiciones de exceso de alcohol en una cena de empresa o en una noche de Fin de Año, lo cual traiciona claramente el propósito que perseguimos. Esto no es más que un recordatorio de que incluso en los momentos más festivos es esencial mantener el equilibrio y el autocontrol, asegurando que el espíritu de la Navidad permanezca enfocado en lo que realmente importa: la unión, la paz y el amor.

Una luz salvadora

En un ámbito también muy navideño y alejándonos un poco de la cuestión enológica, la luz constituye un elemento interesante en cuanto a su doble vertiente. A pesar de que hoy en día el sentido religioso de la Navidad no está atravesando su mejor momento, es innegable que la tradición cristiana tiene una importancia central en nuestros hábitos. En este sentido, la luz representa por un lado esperanza, renovación y la promesa de un nuevo comienzo. Las velas, las luces en los árboles y las decoraciones brillantes evocan el simbolismo del nacimiento de Cristo como la «luz del mundo», una guía en medio de la oscuridad y el frío del invierno. Estas luces navideñas, que iluminan hogares y calles, crean un ambiente cálido y acogedor que invita a la reflexión sobre la bondad y el amor. Sin embargo, en esta misma manifestación de luz también se revela una cara más superficial y consumista. A medida que la Navidad se ha comercializado, las luces han pasado a ser también un símbolo del exceso y la ostentación, donde el brillo exterior puede a veces eclipsar el verdadero significado de la celebración. Esta dualidad, entre la luz que ilumina el alma y la que ciega con su fulgor exterior, plantea una reflexión sobre cómo equilibrar el sentido profundo de la Navidad con las tradiciones modernas y el consumismo que a menudo la rodea.

El Cava en su punto óptimo

Me viene a la mente al escribir esto la expresión inglesa “Too much of a good thing” (algo así como “Todo lo bueno en exceso es malo”), el abusar de algo que es en principio bueno posiblemente produzca precisamente el efecto contrario al que queremos. Por lo demás, siento sensatos, no nos queda más que disfrutar del esplendor de las luces y la efervescencia de una brillante copa de Cava en la Navidad, nuestra tradición más entrañable.

Para realizar este artículo hemos empleado información de los siguientes enlaces y bibliografía:
– «Mitología Navideña», Idóneos .
– «El mito de Dionisos», Sofía Luis, Escuela de Filosofía de Nueva Acrópolis.
– «La historia secreta del origen de la Navidad», Apex Publishers .
– «La luz de la Navidad y las otras lunes», Jesús Catalá (Obispo de Málaga), 24/12/2019.

Los siguientes post de nuestro blog tratan una temática afín a este artículo:
– El Cava en la Navidad de los tiempos.
– El Cava en el mundo de los faraones.
– Cava y la Navidad: el legado de los Fenicios.